El fondo es el “paisaje”, el segundo plano contra el cual surge una figura, y sin el cual la figura no adquiere todo su sentido o significado (Ginger, 1995). Por lo tanto, el fondo y la figura son dos partes integrantes de una unidad. Joslyn (en Stevens, 1978:267) llama mi atención hacia el hecho de que los seres humanos “tendemos a concebir el fondo como distinto de nosotros mismos, como algo desconocido, inalcanzable, ajeno, inanimado, sin significación o, incluso, muerto”. Al contrario de cómo lo hacen en oriente, en occidente no vivenciamos lo que nos rodea como parte integrante de nosotros.
Los seres humanos estamos en contacto con objetos, personas, otros seres animados y espacios de los cuales formamos parte. Es decir, somos uno solo y no hay división entre yo y lo que me rodea; somos parte de lo mismo. Es sólo cuando me percibo como “separado” de partes del mundo, que necesito “tener” o “hacer mías” esas partes que no percibo como integrantes de mí. Este es el caso cuando proyecto al exterior (en personas o cosas) aquello que no puedo concebir o percibir como partes mías y que pueden ser cualidades positivas o negativas (Joslyn, en Stevens, 1978).
En terapia Gestalt, constantemente hacemos referencia a “recuperar la proyección”, o a “llenar los huecos de la personalidad”, cosa que logramos al aplicar la técnica de “la silla vacía”, en la cual tomamos dos papeles alternativamente y de esa manera (sentándonos en cada una de las sillas) nos apropiamos de lo que hemos proyectado en el vacío (el fondo). Esta es una forma de probar que el fondo (lo proyectado en la silla vacía) y la figura (lo que no acepto en mí, quizás porque me molesta) son parte de mí mismo.
Ginger (1995) presenta un ejemplo de la importancia del fondo para la figura y la inseparabilidad de estos dos elementos: un grito en el patio de recreo no es lo mismo que un grito en la calle, en plena noche. Si bien es cierto que mi grito adquiere un significado diferente cuando lo emito en un contexto o en otro, también es cierto que el mismo grito requiere de ese contexto específico (cualquiera de los dos) para adquirir el sentido que yo mismo o alguien más le concede al grito; por lo tanto la figura se complementa con el fondo y viceversa.
En la terapia Gestalt trabajamos con figuras que emergen de un fondo, donde se encontraban indiferenciadas. Ahora bien, cuando éstas surgen a la conciencia, no surgen descontextualizadas o como si no tuvieran ningún contacto con el fondo; por el contrario, el fondo mismo es el que les da forma y significado, como en el caso de las dos caras que forman una copa, o la copa cuyos contornos forman dos caras. El trabajo terapéutico, entonces, consiste en hacer el trabajo de la figura, pero sin olvidar el fondo o contexto en el que surge. Así, por ejemplo, cuando aclaramos la figura, también trabajamos con el fondo: “¿En qué situaciones o contextos te sientes así? ¿Qué pasa en tu trabajo que tú adoptas esa actitud? ¿Cómo es tu familia?”
Cuando me pongo en contacto con mis sensaciones y pensamientos con el fin de encontrar una figura, comienzo por atender al fondo, revisando qué asuntos son prioritarios para mí en este momento. Al hacerlo, movilizo mi energía en busca de aquello que tiene mayor importancia para mí y que demanda mi atención.
En conclusión, el fondo y la figura interactúan constantemente y son complementarios, de igual manera que lo son todos los demás pares de opuestos, o polaridades. El trabajo que realizamos con las polaridades es el de un diálogo entre ellas; al final del trabajo, nos damos cuenta de que una “contiene” algo de la otra, de la misma forma en que lo masculino contiene una parte de femenino y lo femenino contiene una parte de masculino. Esta polaridad y complementariedad se representa por los puntos negro y blanco que se encuentran alternativamente en las gotas blanca y negra del ícono del ying y el yang.
En palabras de Ginger (1995), la figura es “una noción básica de la psicología de la Gestalt, retomada por la terapia Gestalt”, que se refiere a lo relevante para mí en este momento de mi vida. Esta figura “no adquiere todo su sentido si no es con relación al fondo, al segundo plano”, que puedo definir como el contexto que enmarca la figura.
Efectivamente, la figura emerge del fondo en el cual se encuentra indiferenciada. Para mí, el fondo es algo parecido al pre-consciente freudiano, en la cual tengo información que está disponible a mi conciencia y a la cual puedo acceder por medio de mis sueños, o bien, por medio de mi atención cuidadosa. Cuando me doy cuenta de una necesidad, la traigo a mi atención y puedo ver claramente qué es lo que necesito. Es sólo cuando permito que mi necesidad primordial del momento se fortalezca que puedo distinguir la figura (o Gestalt) y decidir darle cauce a mi necesidad apremiante o no hacerlo.
Con el fin de conocer eso que es importante para mí en este momento, me pongo en contacto con las sensaciones de mi cuerpo, las atiendo y las acompaño, incluso en ocasiones “hablo” con ellas, ya que es por medio de ellas que puedo definir mi necesidad. Cuando percibo una sensación o una necesidad, no puedo perderla de vista ya que es ésta un asunto inconcluso al que no le he dado cierre o bien la situación que no he terminado de trabajar y que continúa consumiendo mi energía. Cuando noto lo que es importante para mí, el resto de las sensaciones o necesidades pasan a formar parte del fondo y se pierden en él. De igual manera, una vez que satisfago mi necesidad, ésta se diluye en el fondo nuevamente y se integra al “paisaje” en el cual se encontraba en primera instancia.
Si bien “una figura tiende a completarse a sí misma” (Joslyn en Stevens, 1978), también es cierto que muchos de las situaciones que me planteo como problemas son en realidad figuras sin completar o necesidades interrumpidas que intento cerrar una y otra vez, ya que éstas surgen constantemente mientras no las haya completado.
Es la propia naturaleza (incompleta/interrumpida) de las figuras lo que las hace esenciales para el trabajo terapéutico. Una vez que he identificado una figura procedo a establecer contacto con mi necesidad emergente. Sin embargo, para poder llegar al pleno contacto con ella, en ocasiones me es necesario sortear algunos obstáculos entre los que se encuentran mis creencias, convicciones o suposiciones, por medio de las cuales me limito o evito obtener la anhelada satisfacción de mi necesidad. Como terapeuta necesito estar muy perceptivo a cualquier figura que pueda surgir en mi paciente y aclararla, por ejemplo, por medio de preguntas tales como: ¿cómo te sientes?, ¿dónde lo sientes?, ¿detállame lo que sientes?
Ahora bien, las figuras (gestalten incompletas) no me surgen sólo en mi papel de paciente, sino también de terapeuta. Cuando esto sucede, también la identifico, las aclaro, mas no siempre me es posible satisfacerla en ese momento, en cuyo caso simplemente “hablo con ella”, es decir, la valido y le doy su lugar, y la pospongo para otro momento más apropiado.
En las ocasiones en que efectivamente llevo a cabo el trabajo de la figura del paciente, es decir, el paciente ha logrado contactar con su necesidad, esa figura se vuelve a integrar al fondo del que surgió y el paciente se encuentra listo para el surgimiento de otra figura. Las figuras están constantemente surgiendo dado el carácter cambiante y adaptativo de nuestras vidas. Las figuras (Gestalten) aparecen con nuestro nacimiento y nos enfrentamos al último asunto incompleto al final de nuestras vidas, la muerte.